En un solo día se registraron al menos 17 muertes en el sur del país. “Lo que ocurrió ayer realmente fue una masacre”, dijo una activista de derechos humanos.
En cuestión de horas, al menos 17 civiles y un policía fallecieron en el caos de las manifestaciones, según la Defensoría del Pueblo del país, una oleada de violencia extraordinaria que complicó el intento de la nueva presidenta de estabilizar el país.
Las muertes, en la ciudad de Juliaca, cerca de la frontera con Bolivia, provocaron un repudio generalizado hacia las fuerzas de seguridad peruanas, que parecen ser responsables de la mayoría de los fallecimientos, y han sido acusadas por manifestantes y grupos de derechos humanos de usar la fuerza letal de forma indiscriminada contra civiles.
“Él estaba con la ropa uniformada, como todos los médicos, para que sean reconocidos y no los ataquen”, dijo Milagros Samillan, de 27 años, hermana del residente médico muerto, un aspirante a neurocirujano llamado Marco Samillan, de 31 años. “Pero aun así la policía los ha atacado a matar”.