Santo Domingo, D.N.
20 de marzo de 2023. –
Por: Heber Reyes
Al levantarme esta mañana y tomar un libro que trata sobre «temas humanos», me surgió hacerme la siguiente pregunta: ¿Existe un hijo que quiera escuchar?
Creo, y sin temor a equivocarme, que muchos hogares hoy día, se han convertido en un hormiguero, no por el ejemplo de ver a las hormigas trabajar juntas y cargar sus alimentos y llevarlos a sus cuevas, sino mas bien, por el descontrol y la descomposición familiar que están viviendo tantos hogares, no sólo en nuestra sociedad, sino, en todas partes del mundo.
La actitud y el mal comportamiento de tantos jóvenes adolescentes de ambos sexos, y hasta muchas personas adultas, envueltos en el consumo de alcohol, drogas y cualquier otro estupefaciente, que los están llevando a sus peores actuaciones y sus malas decisiones.
Desde hace años, expertos en la conducta humana vienen estudiando el tema en cuestión, pero, desafortunadamente y a pesar de los esfuerzos realizados a través de consultas y propuestas hechas a nuestra sociedad, todo parece indicar, que estamos en una lucha en donde las redes sociales y la tecnología nos viene ganando la batalla, y digo esto, porque sé, que al igual que yo, son muchas las personas preocupadas por sus hijos, ya que, tenemos una amenaza de jóvenes con características rebeldes, que se placen en destruir y cambiar, los valores humanos y sociales en las distintas sociedades.
Este fin de semana fue, de mucha tristeza y pena para mí, cuando, sin andar buscando ese tipo de noticias, me encontré en las redes sociales, con un vídeo de una joven domininicana que interpreta música de la denominada «género urbano», que en su presentación «artística» en el hermano pueblo chileno, incitaba a la comunidad LGBT, y a todos los jóvenes que fueron a ver su penosa presentación, a desacatarse y que se sientan libres de ser realmente quienes son, y de amarse con quienes le plazca. ¿Usted está leyendo bien?
Imagínese usted, este tipo de mensajes en medio del consumo de sustancias prohibidas, y que, constituye un golpe mortal a la educación y la cultura de los pueblos, en donde la regla principal es la libertad de elegir y de hacer lo que le da la gana con quien sea y a donde sea. En verdad, hoy, más que nunca anhelo la vara y la correa de nuestros padres y abuelos, que tan buen trabajo hicieron en nosotros para formar nuestro carácter y someternos a la obediencia y el respeto a las personas y a la sociedad, independientemente de las malas críticas y el desacuerdo que muchos han tenido hasta este momento.
No recuerdo a mis 18 años de edad, haber tenido una conversación con mis amigos contemporáneos, en donde, habláramos de drogas y homosexualidad, simplemente, porque aún estando lejos de nuestros padres, sentíamos respeto y temor de entablar una conversación de esa magnitud que pudiera trascender hasta los oídos de algunos de ellos, el resultado ya todos lo sabíamos. ¡Cuánto hemos cambiado!
Es por eso, que como padre que soy, me hice la pregunta y por eso hoy, también se la hago a muchos padres y madres: ¿Existe un hijo que quiera escuchar?
¡Qué pena siento por tantos padres y madres que han perdido la batalla en sus hogares! En donde, sus hijos están cada día más mudos y sordos a las sanas enseñanzas e indiferentes al buen ejemplo.
Sin embargo, bajar la guardia y tirar la toalla, no es ni debe ser la solución en esta lucha constante que tenemos con tantos jóvenes y adultos rebeldes, porque, la vida nos ha demostrado, que cuando más vulnerables hemos estado, existe siempre una oportunidad de crear un resurgimiento de volver a nuestros principios y valores, y de luchar, por tener una buena educación, y que de ella emane: «El temor a Dios, el amor, la bondad, la solidaridad, la comprensión, el respeto, la lealtad, la empatía, la justicia, etc.
Finalmente, entiendo que la pregunta que titula este artículo, también debe corresponderse para aquellos hijos e hijas, que sienten respeto por esas dos personas que un día lo trajeron a este mundo y que con ellos, formaron el concepto de más alto valor que existe en esta y otras sociedades del mundo: ¡La familia!
Te pregunto a ti, hijo: ¿Existe un hijo que quiera escuchar?